martes, 31 de julio de 2007

Crónicas Veraniegas 3. Donde se cuenta la historia completa de Estafo, que apareció en mitad de la playa y nos contó cómo lo sacaron de su cautiverio.

Intentaré reproducirla lo más fielmente que me sea posible, aunque no creo que me salga bien. Esto no quiere decir que la historia vaya a ser tergiversada o manipulada vilmente por el que aquí escribe. Pero sí que cambiaré algunos detalles irrelevantes e intrascendentes para dotarles del toque efejotiano que me hace realmente único en el mundo blogosférico...

Empiezo, digo y señalo, a raíz del 17º cumpleaños de Marta (podría jurar que hay lectores de Las Crónicas que son familiares suyos por todas partes) ha aparecido por aquí como por ensalmo un oso llamado Estafo. Sí, sí, Estafo. O algo así era, Estafo. No es como Mitrofan, oso cuya historia desconozco totalmente y no voy a ponerme a contar, porque no sé ni de qué va. Además, el Estafo este es de peluche. También han aparecido por ahí misteriosamente pulseras y tobilleras, pero esos terrenos tan escabrosos no son una materia a tratar por aquí, más que nada por falta de tiempo, energía, espacio y ganas. Mira que cobrar yo 180 euros para esto, para que luego vea que unos tipos por ahí cogen al oso Estafo y…… aaaaaaay, Señor.

La historia es original de Bea, pero como la memoria que tengo yo no es de elefante precisamente, y dado que escribo medio decentemente, intentaré reproducir la historia tan exactamente como sea posible, sin ser necesariamente verídicos los hechos que se narran en la misma y sin dar nombres a los personajes que en ella intervienen, puesto que la misma autora no hizo mención alguna al respecto.

Veamos, Estafo era un oso que emigró de su país de origen (puedo añadir aquí, tras deducirlo, que era China, no sé por qué me da a mí que era chino, el tal Estafo, como no hay osos en China...). Total, que el oso inmigrante llegó a una tienda en España, en zonas costeras indescifrables hasta la fecha (creo saber cuáles son las zonas costeras aunque la autora tampoco hace referencia a las mismas). La tienda aquella estaba regentada por los chinos. Es decir, añado yo, que el oso emigró de China huyendo de los chinos y el destino le llevó a una tienda mandada por chinos. La vida es así de triste, qué le vamos a hacer.

Entonces a Estafo lo pusieron en una estantería y lo pusieron en venta por unos trece o catorce euros, me parece. Y corría el día 23 de julio de 2007 cuando un grupo de personas entraron en la tienda regentada por chinos de la zona costera indescifrable hasta la fecha y se pusieron a ver lo que había por allí, porque tenían que hacer un regalo a alguien. Paralelamente mientras ocurrían estos hechos, yo me encontraba en el conservatorio recibiendo un cheque valorado en 720 euros a repartir entre cuatro componentes del grupo de música. Nos llevamos un buen pico cada uno, treinta mil pelas, oiga, por cuatro conciertos de una hora. Pero voy a lo que voy. Que mientras esto pasaba en los mundos de Cartagena, allá en las Antípodas del Universo estaba este grupito. Y vieron a Estafo. Y justo entonces uno de ellos (el Anónimo Cojonero, Ponty) vio un artículo que estaba más barato, y sin cortarse un pelo y aprovechando las distracciones de todos los presentes, cambió el precio de Estafo, los 13 euros esos, por los 8 euros del otro artículo. Que cambiando las etiquetas al final se ahorra uno cuartos. Total, que los estafadores franceses o alemanes estos (o serían rumanos, yo qué sé, vaya usted a saber, como si no hubiera turismo en las zonas costeras de la España del XXI, ¡o inmigración veraniega, las tragedias costeras, pan nuestro de cada día!), cambian los precios y estafan al chino que les cobra, esto con testigos delante. [Uno de esos testigos de excepción es mi hermana, que sale de la tienda a informar a las autoridades pertinentes (el Sheriff)]. Eso hace un total de que para llevarse a Estafo y liberarlo de su cautiverio chino tienen que poner un euro y poco entre los ilegales compradores de Estafo, que de inmediato dejan en libertad provisional con una pulsera telemática.


En resumidas cuentas, nuestro Anónimo Cojonero, el que tantos argumentos aporta a este blog, y de cuya sabiduría todos nosotros aprendemos a diario, estafó a los chinos, y lo mejor es que lo vimos todos. Obviamente Estafo huyó de ese desgraciado, porque empezó a llamarle "Oso Pianista de los Maristas de China".

De aquí, pues, de la gran estafa, viene el nombre de Estafo, ya que fueron estafados los ilegítimos dueños chinos del oso para poder sacar de allí al pobre bicho, y de aquí viene también el célebre refrán, “Te han engañado como a un chino”.

Resumiendo.

Que el oso al final, como estaba previsto, se quedó con el nombre de Estafo. Cómo apareció allí a las doce de la noche, cuando el día 24 de julio acababa de nacer, sigue siendo todo un misterio.

Cómo se calmó el viento de leveche para entonces no es un misterio; mira que lo dije una vez y otra y otra por la tarde: que este viento se calma, que este viento se calma, y nadie me hacía ni puñetero caso, y al final llegué a pensar que el viento no se iba a calmar por hacerme la puñeta, pero al final el viento calmó y respiré hondo…

Y como suele decir el refranero popular de las crónicas… seguimos sabiendo lo que habéis hecho este último verano. Todos.


Posdata. Hay algo que conviene aclarar lo antes posible, y me dispongo a ello, ya que tengo medios para hacerlo. La estafa de los rotuladores. Sí, hombre, sí, “Han estafado a Javi (bobo) con los rotuladores”.

Sí, hombre, el panfletillo este en el que firmamos todos... no pensaba permitir semejante afrenta contra mi persona, ¿qué os pensabais, que me iba a estar de brazos cruados?




Vamos a ver, que yo no cogí los rotuladores para el dibujito en el que me calcaron como si fuera Bruce Harper, o Dani Mellow, o a quien narices se le pareciera, no los cogí yo, los cogió Irene. Persona que luego intenta hacerme ahogadillas en la piscina, sin éxito alguno, y se pone a formular preguntas absurdas que CANSAN y CANSAN y CANSAN y cuya respuesta está más que clara. Pero oye tú, que no veas cómo fastidia ir a comprar rotuladores, que te claven un euro con veinte para que luego no pinten, los malditos rotuladores.

A ver, el de la tienda. Dani, o como te llames. Vamos a ver, hijo de mi alma. Si vendes rotuladores, como mínimo que pinten. Así que lo dicho. Que yo no cogí los rotuladores, que yo sólo puse los cuartos.

Está claro, ¿no? Pues me alegro.

Firmo y fecho, Javi, alias FJ, a día 24 de julio de 2007.

(Y recuerdos a Estafo).

2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
FJ Gómez Pérez dijo...

Vamos a ver, ¿qué dijo Gandalf en el puente de Khazad Dum?

Ah, sí, ¡no puedes pasar!

Pues tú, no puedes escribir.

Sayonara.
Hasta nunca.
Ciao.
Bye.
Arrivederci.