CRONICA DE UN CONCIERTO y de la POLONESA OP. 26 Nº 2 DE CHOPIN.
15 de diciembre de 2006. El día de una actuación. No sé muy bien cómo puede describirse con palabras la sensación que le da a uno durante las horas previas a subirse a un escenario, delante de mil personas según los convocantes y diez según Polanco and Company (El País, la Ser, Cuatro, los 40 Principales –por lo de la música, digo– ).
15 de diciembre de 2006. El día de una actuación. No sé muy bien cómo puede describirse con palabras la sensación que le da a uno durante las horas previas a subirse a un escenario, delante de mil personas según los convocantes y diez según Polanco and Company (El País, la Ser, Cuatro, los 40 Principales –por lo de la música, digo– ).
Es lo que decía una niña por la tele cuando le preguntaban qué se siente cuando uno va a la audiencia que da la periodista esposa del príncipe, o sea Princesa por Sorpresa, Leticia: una especie de cosquilleo que recorre el estómago.
Y para más nervios, cuando te ponen el penúltimo del programa (mi caso, por cierto). Porque en el Conservatorio nos acostumbran ya desde el primer año a tocar frente al gran público, y porque yo tengo una experiencia en actuar en conciertos que se remonta a allá por 1998 ó 1999.
Hora fijada, las 20:00. Y a las siete ya estoy en el sitio. Sentado delante del piano hasta que me echan (o sea las 20:50), repasando la Polonesa de Chopin que llevo estudiando desde el verano, que llevo para el Conservatorio y que cogí en aquellos meses pensando únicamente en este día 15 de diciembre. Porque las polonesas de Chopin, y los pianistas lo saben, tienen trabajo, trabajo y más trabajo. Y obviamente, ésta no iba a ser menos. Yo sólo sé que venía pensando desde hace seis meses: “Si consigo tocar esto en el Concierto de Navidad me corono”.
Las ocho. Comienza el concierto. Yo, sentado en las butacas, entre el público, aguardo la espera. Y es que cuando uno está situado el penúltimo del programa, el concierto se pasa realmente rápido. Eres un manojo de nervios, siempre que no estés acostumbrado a estas cosas.
Las nueve. Acaba la primera parte con una interpretación al piano por una alumna, un Nocturno de Chopin. “Vaya, ya somos dos con Chopin”, pensé yo entonces. Un descanso, y comenzará la segunda parte. Me dirijo al escenario y me pongo en el rincón donde están el director de Maristas, don Bartolomé Gil Garre, el Coordinador de Ekisol, don José Guillamón, y la organizadora del evento, Coty de Lara, profesora de música. Allí, tras las cortinas, me veo cómo l os turnos pasan, si cabe, más rápidamente aún que antes. Y para más inri, saltan un turno porque quien tiene que tocar no ha podido llegar a tiempo, con lo cual yo voy a actuar en un lugar antes.
Y he aquí entonces la voz que me anuncia: “Nuestro antiguo alumno Javier Gómez va a interpretar la Polonesa Opus 26, Número 2 de Chopin”. Mientras dicen lo que voy a tocar, José Guillamón me mira, me hace un gesto como diciendo: “Tela marinera, ¿es que ha dicho algo?”
Y salgo de detrás de las cortinas. Lo primero de todo es un saludo al frente. De cara al público. Pero en esos momentos tienes que pensar que no hay público. Te diriges al piano y te sientas. Regulas el asiento a tu gusto. Tienes que pensar, y debes pensar, para tranquilizarte (y a mí siempre me ha funcionado) que estás tú, y está el piano. No hay nadie más. Una vez mentalizado, lo que hace uno es pensar en que está tocando tranquilamente una pieza de arriba abajo, para ver qué tal sale; no se puede parar, no se puede rectificar ningún posible error. Como el tipo del anuncio ese, be water my friend, esto es lo mismo. Tus manos y dedos tienen que formar parte del piano, al igual que el balón tiene que ser el duodécimo jugador del equipo (y no el árbitro, pues decir que es el árbitro es aceptar que hay público cuando uno piensa que está solo).
Aislado en mi mente del mundo que me rodea, comienzo la ejecución, ignorando por completo las cámaras que me grababan y sacaban fotos (es más, mientras escribo esto empiezo a ser consciente de que mil personas me miraban). Llega la primera parte crítica: una rauda escala hacia arriba en sol bemol mayor (seis bemoles en armadura, vamos, total nada), y una rapidísima sucesión de semicorcheas mientras la mano izquierda hace un acompañamiento atroz, que, mal hecho, da una impresión horrorosa. Y paso con éxito esa parte. Pero no canto victoria, hay que repetirla otras tres o cuatro veces.
Paso a lo siguiente. En la siguiente parte, perfectamente distinguible, la mano, los dedos, el brazo y la muñeca de uno se vuelven completamente locos si no sabes bien dónde tienes que llevar cada parte en el momento preciso. Una continuada subida desde el pianísimo o muy suave hasta el fortísimo; acordes de hasta cuatro notas en ambas manos sonando al mismo tiempo; subida de la mano derecha por octavas con la tercera intercalada por en medio para al llegar arriba del todo, dejar caer un arpegio impresionante de fusas, el arpegio de fa menor con novena de dominante, ejecutado a ritmo infernal. Tras otro tramo de locura, se vuelve a hacer lo mismo que al principio. Introducción, escalita, semicorcheas a toda pastilla.
Para llegar a la parte central, donde se suceden acordes, al principio simples, para llegar a convertirse en más complicados, tanto en la mano derecha como en la izquierda. Y tras el otro infierno central, vuelta al infierno del principio: introducción, escala de sol bemol y tramo de semicorcheas; vuelta al pasaje loco de los acordes y el arpegio y regreso final al primer pasaje, de nuevo, para acabar de una vez con esto y arrancar los aplausos de la gente.
Después de pasar por semejante calvario (que, durante alrededor de los siete u ocho minutos, al que está sentado al piano se le puede hacer una eternidad, siempre que no disfrute tocando, o pasársele muy rápido porque sí lo hace, y además sabe lo que toca, con los nervios y todo, pero lo sabe), llega el turno de aplausos, entrega de un obsequio por haber participado en el concierto (que es con fines benéficos, he de decir, por algo lo llaman “Concierto por la solidaridad” o “Concierto de Solidaridad” de maristas). Y como he tocado de los últimos, la gente recuerda perfectamente lo que uno acaba de hacer. Todo es salir por la puerta y recibir un toque en el hombro dándote la enhorabuena, o tu profesora de Matemáticas, aquella que siempre te suspendía, felicitándote por lo bien que lo has hecho; o el director del colegio, que te da la enhorabuena justo cuando acabas y luego afuera, en la entrada; o también una de las amigas de tu hermana pequeñas, que te dice que de piano has sido lo mejor.
Y cuando se hace la última cadencia, cuando se da el último acorde, bien dado, una sensación de satisfacción se apodera de todo tu ser (lo de ser, sin malas intenciones); te levantas del asiento y saludas al público (porque ahora sí hay público, y cuanto más mejor), y cuando sales del escenario respiras hondo y piensas: “Ya está hecho”.
¿Lo peor? No hay nada que se lo peor, siempre y cuando uno lo haga bien.
¿Lo mejor? Preparar durante seis meses algo que sabes que vas a dejar liquidado en menos de diez minutos. Eso, sin duda, es lo mejor de este mundo.
Y quien quiera ver las fotos… que las busque por la página web de maristas. Porque de nuevo la foto de FJ, Javi, o como queráis llamarme, vuelve a estar por ahí colgada para satisfacción de los círculos progres que están deseando liquidarme. Pero yo les digo, y les diré hasta la saciedad:
“Sé lo que hicisteis el 13 de marzo. Y además ahora sé quién os llamó desde un despacho con un teléfono seguro”.
5 comentarios:
Muy interesante, por añadir un poco más de humor, la frase 'Preparar durante seis meses algo que sabes que vas a dejar liquidado en menos de diez minutos' es digna de un consultorio erótico-sentimental xDDDD
Una cosa respecto a los Maristas, la giliprogrez nazional-sociali$ta que han hecho de cargarse el dominio que tenían maristes-cat.es para poner maristes.cat es para mandarlos a la mierda.
¿Han hecho eso?
Menuda estupidez...
Errata: donde digo que me echan del piano a las 20:50, es en realidad a las 19:50.
Y es que yo reconzco los errores y no como... eeehm... "otros".
Impresionante Javi. Por fin te lo quitaste del medio. Me hubiera gustado estar allí.
¡Enhorabuena fenómeno!
La próxima te quiero ver con esta:
http://www.youtube.com/watch?v=byGI1mDi3no
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