Ha venido que ni pintado para el caso. Comentaba mi padre al socorrista que “cabrones hay en todos los sitios”. Como está mandado. No hay un solo lugar del mundo que esté libre de BESUGOS. Y esta nuestra comunidad no iba a ser menos.
Como digo, estos comentarios eran escuchados por el socorrista de la piscina de la comunidad. En los últimos días han aparecido en las escaleras unos papelitos que instan a los propietarios a enseñar una insignia, chapa, cosa redonda y roja con el nombre de la urbanización tallado en blanco, al socorrista. Esto nos sirve de identificación y para reducir en lo posible el intrusismo en la piscina. Cantidad de julais suben de la playa y se limpian la arena en nuestros grifos y lo dejan todo lleno de porquería. En fin, lo típico.
A las personas que somos de aquí, de nuestra urbanización, normalmente el socorrista no nos pide que nos identifiquemos porque nos conoce sobradamente. Hasta aquí, todo normal.
La cosa cambia con la mención a los antaño llamados “Los Siete Magníficos”, en la actualidad “Los Besugos”. En primer lugar, hoy mismo, día 16 de julio, lunes, del año 2007, dos de ellos se dedican a entrar al recinto de la piscina zampando sandwich de helado de chocolate y vainilla y el socorrista les llama la atención. Protesta de los dos individuos en cuestión (niñatos de quince o dieciséis años, cabe mencionar, Alvariño y el Perico, me parece). La cosa no va a mayores. Hay buen rollo y el socorrista este está de bromas con los chavales, y viceversa: los chavales de bromas con el socorrista.
Uno de los Siete es el hijo del Sheriff, personaje este Sheriff curioso: se cree tener la ley en la mano por ser policía local, fue en su día presidente de la comunidad y cabe recordar al pueblo aquí presente que fue un completo desastre. La historia es como sigue.
SOCORRISTA: ¿Llevas la ficha de la piscina?
NIÑO DEL SHERIFF: Sí (le enseña el chisme).
Sc. (de broma): Pero esa no te sirve, macho, que es blanca, no puedes pasar.
N.S: ¿Por qué?
Sc. Pues porque lo digo yo.
El niño se larga, riéndose, a la playa, donde está el Sheriff, su papá-poli, y se chiva. En cinco minutos el Sheriff está en la piscina. Llega el tipo, con la mujer y el niño, que esboza una sonrisa maligna en su rostro, y se dispone un año más a echar una bronca al socorrista de turno. El Sheriff hace un gesto al socorrista, levantando y moviendo el dedo índice, levemente flexionado, hacia delante y hacia atrás (ven p’acá, majo, que me vas a oír).
SHERIFF: Oye, que me ha dicho el crío que no le has dejado pasar.
SOCORRISTA: Pero si ha sido de broma...
Sh: Me ha dicho que le has pedido la ficha, te la ha enseñado y no le has dejado pasar.
Sc: Sí, pero ha sido una broma porque él siempre está de bromas conmigo y ahora yo se la devuelvo.
Sh: Pero déjale pasar, hombre, si te enseña la ficha le tienes que dejar pasar.
Sc: yo digo que ha sido de broma y se lo he dicho mientras él se iba de aquí...
Sh. Claro, porque el que implantó lo de la ficha fui yo para que no se nos colaran aquí.
MUJER DEL SHERIFF (la letrada...) Hombre, di tú que viene con catorce, pero viniendo él solo y enseñándote la ficha...
Sc. Yo le he dicho que no podía pasar de broma, porque yo siempre estoy aguantando las bromas de los chavales, y ellos las mías. Te lo he dicho de broma, ¿es o no?, (le pregunta al Hijo del Sheriff). Porque si eres hombre para gastar bromas, también tienes que serlo para soportarlas tú.
El hijo del Sheriff niega con la cabeza; después de esto la conversación sigue por un cauce que ignoro que me deja bien claro que el hijo del Sheriff no aguanta las bromas.
Sc. Pues si tú no aguantas una broma mía yo no tengo por qué aguantar las tuyas.
Sh. Y tú que no le dejas pasar, que me ha venido el crío a la playa llorando y tó...
¿¿Llorando, Sheriff Andresiño?? ¿¿Llorando?? Tendrá jeta el tío, ¡tienes más cara que espalda, bigotes, que eres un bigotes! ¡Cuando tu hijito del alma se iba a la playa a contarle a su papá lo que le habían hecho iba partiéndose el pecho! Será caradura y sinvergüenza el tío.
Esto, compañeros y amigos lectores, es lo que nos demuestra que hay tontos en todos los sitios, cuando digo en todos es en todos, sin excepciones. Esto es verídico, el papaíto se la ha liado por una ficha. No ha sido el único año que la ha liado por una memez como una ficha. Ya me estoy preguntando cuál será el próximo episodio del Sheriff, que transmitiré por aquí una vez que actúe Radio Patio.
Saludos cordiales a los lectores de Hawaii 6, Sheriff incluido.
[Esto va para los que conocen el sitio y a esta gente:
Y ya por no recordar qué sería de nosotros con un tiparraco con, apunten: la cabeza de Pedrito, el cuerpo de Álvaro, la espalda del Medio Metro, las piernas de Abel (el Niño este) y el bigote del Sheriff. ¡De antología, vamos! ¡Ni los del 13 de marzo!]
1 comentario:
Es cierto que en aquellos tiempos preteritos, incluso los ocasionalmente residentes sabíamos quién era "ER PRESI"; pues su animada charla a borde del Mare Nostrum y su tono en decibelios, hacía imposible no oirle, salvo que fueras sordo.
Recuerdo asimismo, que también tenía su corte, -¿Será que los cargos imprimen caracter?- y como casi toda la corte que no cohorte; en animada charla, dejaban trascurrir las tardes hasta el ocaso del astro rey.
Por aquellos tiempos: mi Juán paseaba a las más pequeña de su prole al tiempo que se comía un helado con nombre de pecado capital. El kioskero de los helados departía amigablemente con alguno apoyado en la barra del kiosko y el conserje se acercaba de tanto en cuanto por aquellos lares. Singular y extendido deporte el de "BARRA FIJA CON LEVANTAMIENTO DE VASO". Ahora no hay ni kioskero ni kiosko y es que al lado, se está construyendo su humilde morada veraniega, un pobre de esos que no tienen nada más que dinero; y justo lo está haciendo en los tres montones de arena que quedaban en la zona. Al de Ipanema le han fastidiado las vistas. Si Señor.
En aquellos días la benjamina de "Mi Juán" no hablaba aún y cuando la "Gran Mather" de Alvaríto bajaba a buscar a su nieto, para conseguir que tomara la merienda, siempre charlaba un rato con el papá de la criatura, que paseaba a la pequeña en el cochecito.
Por aquel entonces, las cabezonas y poco originales farolas, alumbraban el entorno y me recordaban a sus primos: los globos de luz que antaño pendían de techos y salas en los viejos hospitales.
En aquellos tiempos todos eramos más jovenes y algunos, incluso eran aún: Niños.
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